por Octavio Paz
Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.
ENVÍO
Tal sobre el muro rotas uñas graban
un nombre, una esperanza, una blasfemia,
sobre el papel, sobre la arena, escribo
estas palabras mal encadenadas.
Entre sus secas sílabas acaso
un día te detengas: pisa el polvo,
esparce la ceniza, sé ligera
como la luz ligera y sin memoria
que brilla en cada hoja, en cada piedra,
dora la tumba y dora la colina
y nada la detiene ni apresura.
Te preguntas para qué has de escribir si ante el libro de poemas predilecto todas las palabras nombran lo que tus sueños dibujaron y estas pleno de imágenes ajenas te conmueves con un mínimo sonido el soplo de las cosas persistiendo mientras entras en la tarde y ya es imperativa tu renuncia entonces entiendes que callar es el poema Eleonora Requena
25.7.19
8.6.19
Postal
Vicent Andrés Estelles
D’ells ahunits surt amor, d’algun acte.
Ausiàs March
Arbres de l’Albereda, aquella font amable
que sona entre les fulles, el carrer de Colom,
el carrer de Russafa, i enllà el carrer de Xàtiva.
Caminàvem els dos aquell dia d’agost.
Tu duies un gesmil, discreta, en una mà.
Duies un vestit blanc que cenyia el teu cos.
No gosava tocar-te. Et mirava, només,
amb un amor tan gran com la Seu de Mallorca,
un amor cast i humil, un amor religiós,
amb unes ganes de plorar d’agraïment
perquè t’havia dit que et volia i m’havies
contestat que em volies. Irromperen de sobte
les trompetes del jazz, el carrer de Russafa
tan divers dels neons en els establiments,
alegre de teatres, de cafés i de vida.
Tu duies un gesmil en una mà; recorde
com el vares tallar mentre et parlava jo.
En arribar a casa, el duies a la boca.
del Llibre de Meravelles
Pau Alabajos interpreta Postal
D’ells ahunits surt amor, d’algun acte.
Ausiàs March
Arbres de l’Albereda, aquella font amable
que sona entre les fulles, el carrer de Colom,
el carrer de Russafa, i enllà el carrer de Xàtiva.
Caminàvem els dos aquell dia d’agost.
Tu duies un gesmil, discreta, en una mà.
Duies un vestit blanc que cenyia el teu cos.
No gosava tocar-te. Et mirava, només,
amb un amor tan gran com la Seu de Mallorca,
un amor cast i humil, un amor religiós,
amb unes ganes de plorar d’agraïment
perquè t’havia dit que et volia i m’havies
contestat que em volies. Irromperen de sobte
les trompetes del jazz, el carrer de Russafa
tan divers dels neons en els establiments,
alegre de teatres, de cafés i de vida.
Tu duies un gesmil en una mà; recorde
com el vares tallar mentre et parlava jo.
En arribar a casa, el duies a la boca.
del Llibre de Meravelles
Pau Alabajos interpreta Postal
22.5.19
Avui sóc orgullosa del meu temps
Montserrat Abelló, * 01.02.1918, Tarragona, † 09.09.2014, Barcelona
Avui sóc orgullosa del meu temps
i em dol de malversar-lo.
No faig res, no cuso ni planxo.
Vaig de pressa, passo i repasso
deu cops per un carrer.
Escruto les mirades, perdudes de tan fixes,
m’aturo a les botigues, veig les modes,
els colors verds i blaus.
M’obsedeixen els pintors abstractes
que parlen com els muts.
Em miro les mans, les meves i les vostres;
m’acosto adelerada als quioscs,
cerco llibres i noms. Sobretot noms!
Ignoro la premsa que baladreja mentides
-Si la veritat és sempre evident
i pura com un part!
Tinc pressa,
arribo al mar que em portarà ben lluny.
Però és fals, és fals,
s’han acabat els miracles.
Retorno a casa amb pas més segur,
a la vida diària.
Avui sóc orgullosa del meu temps
i em dol de malversar-lo.
No faig res, no cuso ni planxo.
Vaig de pressa, passo i repasso
deu cops per un carrer.
Escruto les mirades, perdudes de tan fixes,
m’aturo a les botigues, veig les modes,
els colors verds i blaus.
M’obsedeixen els pintors abstractes
que parlen com els muts.
Em miro les mans, les meves i les vostres;
m’acosto adelerada als quioscs,
cerco llibres i noms. Sobretot noms!
Ignoro la premsa que baladreja mentides
-Si la veritat és sempre evident
i pura com un part!
Tinc pressa,
arribo al mar que em portarà ben lluny.
Però és fals, és fals,
s’han acabat els miracles.
Retorno a casa amb pas més segur,
a la vida diària.
24.3.19
Inventario de lugares propicios al amor
por Ángel González
Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia ( con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.
Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia ( con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.
15.3.19
Dedicatoria Final (Función de Amparitxu)
por Gabriel Celaya
Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.
(De "Función de uno, equis, ene", 1973)
Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.
(De "Función de uno, equis, ene", 1973)
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